Un beso inútil

Publicado 03/03/2025

Por Renner
Miembro desde February 2025

El autor era un  adulto  cuando se publica este artículo. Tenía 18 años.

8 artículos publicados

 

El aula olía a plástico y desinfectante. Como todas. Como siempre. Las sillas alineadas, las pantallas encendidas, el aire filtrado a la temperatura óptima. La voz del profesor sonaba precisa, sin titubeos, sin inflexiones innecesarias. Explicaba con la misma exactitud con la que se llenaban los informes, con la que se calculaban las calorías diarias o se programaban las rutinas de sueño. Era un sonido familiar, reconfortante. Había crecido con él. Con las palabras medidas, con las normas claras, con la seguridad de que todo tenía su orden, su función, su lugar.

Moví la cabeza con ligereza y dejé que mi mirada recorriera el aula. Mis compañeros estaban atentos. Algunos tomaban apuntes en sus pantallas, otros asentían con el ritmo pausado del que ya conoce la lección, y aún otros se tocaban siguiendo con la mirada atenta a la lección. Sus rostros estaban tranquilos, sin tensión. Sin preguntas innecesarias.

Adela seguía las instrucciones de Alberto, nuestro profesor, mientras succionaba con intensidad el glande de Marcos, que soltaba ligeras gemidos de placer. Tras eso, Adela bajaba la cabeza hasta que todo el pene de Marcos desaparecía en su boca, la movía arriba y abajo unas cuantas veces y volvía a repetir el proceso. Alberto corregía pequeños fallos en su postura mientras tenía un ojo echado a las métricas de las pantallas. Un 72% de eficiencia en los movimientos y solo un 40% de estimulación glandular. Si seguía así suspendería.

Pase mi mano entre mis piernas, relajándome con el roce familiar. Necesitaba prestar atención. Sería de las siguientes y quería hacerlo bien. Alberto siempre dedicaba buenas palabras a quienes aprendían bien sus lecciones. Y luego les sonreía mostrando su dentadura perfecta. Yo quería ver esa sonrisa dirigida hacia mí. Esa sonrisa era el camino hacia mi aprobado. Además, la sonrisa de Alberto era… no desagradable. Era complicado expresarse cuando no existían palabras para el concepto.

El ejercicio continuó hasta que Marcos eyaculó, Adela tragó, y ambos se levantaron.

      Veamos…— Dijo Alberto alzando la voz mientras revisaba su tableta—. Los siguientes sois Kevin y Lola.

Vi a los dos levantarse y dirigirse a la tarima. Lola era la mejor de clase. Se decía que el mismísimo director mantenía relaciones con ella algunos días después de clase. Pero Kevin no aguantaría. Lo vi mientras Lola empezaba su ejercicio. Succión, lametazo, arriba y abajo, arriba y abajo.

Kevin estaba rojo por el esfuerzo. Lola era demasiado buena y él no estudiaba nada. Se tiraba todo el tiempo haciendo extraños garabatos con su bolígrafo en el papel. A veces parecían ser caras o paisajes. Era algo muy extraño, pero placentero a los ojos, por mucho que los demás dijesen.

Me encontré mirando a Kevin largo rato mientras sus gemidos se volvían más y más ahogados. Alberto tenía una erección y se estaba empezando a masturbar. Miré alrededor y vi que casi todos los chicos de clase seguían el ejemplo de nuestro profesor. Con Lola era difícil no hacerlo.

Seguí explorando la clase con la mirada. A mi derecha, Adela, ahora relajándose tras su ejercicio, soltó un suave gemido mientras el vibrador de su silla le daba su recompensa. Era lo bueno de ser de las primeras, luego tenías toda la clase para disfrutar de tu recompensa.

Laura y Rocío también estaban al fondo jugando entre ellas. Habían sido las dos primeras y ahora no paraban de estimularse sus clítoris mientras Arturo apretaba el pecho de Laura desde atrás. Los tres llevaban desde el lunes siendo dadores de placer mutuos, aunque Arturo me tenía echado el ojo a mí desde ayer miércoles.

Practicar como Arturo, eso es lo que debería hacer Kevin en clase, y no dedicarse a perder el tiempo con sus garabatos. Iba a suspender y entonces acabaría sin poder ir a los burdeles después del instituto. ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Sus garabatos? No pensaría que eso lo haría sentir tanto placer, ¿verdad?

Me fijé en su mesa. Efectivamente había estado haciendo garabatos de… ¿qué era eso? ¿Eran Lola y… él? ¿Pero qué estaban haciendo? ¿Por qué tenían las bocas…? ¡Puaj! ¡Qué asco! ¿¡Cómo era capaz si quiera de pensar Kevin en… en eso!?

Intenté dirigir mi atención a otra cosa. Cualquier cosa. En… Sí, en eso me centraría. Porque era fascinante cómo Kevin podía crear una copia de Lola en una hoja de notas, ¿no? ¿Pero por qué quería una copia si luego cuando la de verdad le daba placer él era incapaz de aguantar? Porque Kevin efectivamente estaba eyaculando ya. Ni dos minutos y estaba acabando.

      Kevin, estás suspenso. No hace falta que te presentes al examen final.

Alberto lo dijo todo con su voz grave y relajante. Kevin pareció avergonzado y se subió los pantalones. Pfff, mira que decepcionar a Alberto. ¿Cómo se le ocurría hacer que nuestro profesor frunciese el ceño? ¿Es que no le gustaba verlo sonreír? Eso estaba no perfecto. Debería haber una palabra para eso. Suspendía ese comportamiento. Eso era.

Supuse que yo sería la siguiente, pero me tocó esperar a que Lola también hiciese acabar a Alberto. Al fin y al cabo, el mínimo para un ejercicio eran cinco minutos. Y ahora Lola tendría tres minutos más con Alberto. Tres minutos en los que yo podría haber estado haciendo el ejercicio a su lado. Quizá incluso haber sido yo la que le quitase la erección a nuestro profesor. Eso me habría gustado. Nunca estaba de más la práctica antes de los exámenes. Además, Lola tenía un 99% en todas las métricas. No necesitaba practicar.

Cuando por fin Alberto eyaculó con un jadeo, Lola apartó su cara de golpe y dejó que los chorros de semen impactasen contra ella. En teoría no estaba permitido, pero era Lola. Podía hacerlo si quería. Se fue a sentar a su sitio mientras se relamía. Algunas de las chicas de su lado rieron al ver a Kevin avergonzado por el hecho de que Lola no se hubiese tragado su semen.

      Kevin, ¿quieres quedar con Claudia y conmigo después? Podemos enseñarte unos truquitos si quieres.

      Ehhh… Esto…

La respuesta de Kevin, patética y fuera de lugar, se ganó las risas de toda la clase. ¿Por qué no decía que sí?

      Silencio todo el mundo. Kevin no practica tanto como el resto y es normal que no aguante. Lo que tiene que hacer es practicar más, ¿vale Kevin? Queda con Sofía y Claudia después de clase y practica algo. Con suerte el trimestre que viene aprobarás y podrás volver a los burdeles para relajarte tras tus estudios.

La clase entera se quedó en silencio.

Normal. Cuando Alberto hablaba con su voz grave y masculina todo el mundo callaba. No entendía por qué se compadecía de Kevin, se merecía las burlas, por muy no desagradables que fuesen sus garabatos. Eso le pasaba por ser un inadaptado, por no seguir las reglas y por no estudiar. Siempre dedicándose a esas distracciones no útiles suyas.

Yo nunca pensaba ser una inadaptada. Yo era estudiosa en todas mis materias, y siempre lo sería. Quería ser útil. Ser útil hacía que la gente te diese placer. Y eso era todo lo que importaba.

Alberto interrumpió mis…eh… conversaciones pensadas. Pronunció mi nombre y sus labios se curvaron en un atisbo de sonrisa. Siempre tan apuesto. En un par de años estaría permitido que le diese placer sin su permiso explícito y me convertiría en su dadora de placer. Si duraba más de una semana sería raro, pero a lo mejor podría ir alternando. Eso sonaba placentero.

      Ainoa y Fabián. Salid.

Me dirigí deprisa a la tarima. Tan rápido que casi me choco con Alberto, que se apartó rápidamente a un lado y me dirigió una sonrisa.

      Ten cuidado, ¿no? No queremos que te lesiones y no puedas hacer el examen.

Lo dijo como si sintiese ¿placer sostenido en el tiempo al verme? ¿eso expresaba lo que quería decir? ¿por qué siempre sentía que faltaban palabras para expresarme si a nadie más le pasaba?

Mientras hablaba internamente sobre eso me quedé quieta sin darme cuenta enfrente de Alberto, que me cogió con suavidad de los brazos y me movió para que me agachase.

Cuando por fin me di cuenta de que la suavidad y calidez que había notado eran las manos de Alberto me sonrojé ligeramente. ¡Qué vergüenza, sonrojarse porque me tocase un hombre!

Me intenté distraer de mi cerebro no obediente tomando el pene de Fabián en mi boca. Succión, lametazo, arriba y abajo, arriba y abajo. Como lo había practicado. Era bastante grande y me hacía daño llevarlo hasta el fondo de mi garganta, pero no quería decepcionar a Alberto.

Miré por el rabillo del ojo mientras me dedicaba a mi ejercicio las métricas. 90% de eficiencia y 82% de estimulación glandular. Eso me daría un notable. Con eso me bastaba.

O no. Si Alberto había tenido una erección mirando a Lola, ¿por qué no conmigo?

Me dediqué a mi tarea con aún más ímpetu.

Arriba y abajo, arriba y abajo.

Chupa.

Succiona.

Mira a Alberto. No, no a su cara placentera de ver, a sus pantalones. ¿Qué sentido tiene mirar a su cara?

Bien, está empezando a tener una erección. Sigue.

Fabián está a punto de eyacular y Alberto no se está masturbando todavía conmigo. Y llevamos ya diez minutos.

¿Está fingiendo que no tiene una erección? ¿¡Por qué!? ¿¡No soy lo suficientemente eficiente!? ¿¡Estoy fallando en algo!?

Fabián eyaculó y yo me tragué su semen. Se subió los pantalones y se fue a su sitio. Yo no me quería levantar. Me sentía de forma no placentera. ¿Por qué Alberto fingía que no se excitaba conmigo? ¿Es que me tenía manía?

Alberto me tomó del brazo y se esforzó en levantarme. Pero yo no quería. Yo quería quedarme ahí. No feliz.

Me dijo algo, pero no escuché. Por fin me levantó y me dijo algo a la cara, muy cerca de mí. Su boca se movía, abría y cerraba. Su lengua pronunciaba con su dicción perfecta las palabras con las que estaría… ¿dejándome no muy perfecto?  ¿Suspendiéndome?

Su boca…

Me acordé del dibujo de Kevin.

Me incliné hacia delante mientras seguía hablando y lo…

La gente hablaba con pavor de esto, de lo que hice, de lo que Kevin había dibujado.

… y lo besé.

Todo explotó en colores, sensaciones. Un nuevo amanecer de sensaciones. Una ola arrolladora que me arrastraba mientras sus labios se cerraban en los míos y me acariciaban. Mientras sentía todo su deseo fundirse con el mío y sus dientes me mordían y su lengua se retorcía y nuestras esencias se mezclaban.

Colores.

Estallidos.

Un océano embravecido de sabores imposibles.

Un viento arrollador que nos elevaba por encima de todo. De todo y de todos. Hasta un cielo azul y claro que nos envolvía.

Un cielo donde el Sol nos besaba él también nuestra piel y calentaba nuestro corazón con nuestro propio calor.

¿O es que el Sol éramos nosotros?

Sol hermoso, esa era la palabra, ¡hermoso!

¡Hermoso y bueno! No placentero, ¡no!

¡Bueno! ¡Hermoso!

¡Amor!

Alberto se separó de golpe y tiró de mí hacia atrás. Había… ¿asco en su mirada? ¿o era vergüenza? ¿Por qué fruncía el ceño? No lo entendía. No me gustaba ver su ceño fruncido. ¿Por qué no sonreía?

¿Estaba la gente hablando?

¿Por qué? Había sido… largo, ¿no? Eso era eficiente seguro. Un 65% por lo menos. ¿Quizá un 70? Y por cómo había respondido Alberto… era un… ¿había métrica?

¿¡Pero qué estaba haciendo!? ¡No lo midas! ¡Jamás lo midas!

¿Eso era el amor? ¿Por qué sentía que siempre lo había conocido?

Cuchicheos.

Me giré y fui hacia mi sitio. Todo el mundo me miraba, alarmados. El vibrador de mi silla ya estaba en funcionamiento.

Me senté y note como entraba poco a poco en mí, tan relajante como siempre. Solté un suspiro de placer. No pasaba nada. Todo estaba… la palabra era “bien”, ¿verdad? No “perfecto” o “placentero”. Simplemente “bien”.

Todo estaba bien.

Escuché a Alberto decir los siguientes nombres de la lista, evitando mirarme.

La clase siguió. ¿Por qué no iba a seguir? Solo importaba lo útil. Solo.

Pero Kevin me miraba con una sonrisa.

Una sonrisa inútil.

 

 


0 respuestas a “Un beso inútil”

Última sección de comentarios por parte de los usuarios
Suscriptores

Lista de suscriptores y artículos publicados

¿Quieres convertirte en suscriptor? Hazlo aquí
Tus relatos
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.