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Frío. Oscuridad. Tierra áspera. Sabor metálico de sangre.

No entiendo. Siento todo. Sonidos, texturas, sabores. Fragmentos de vidas que me atraviesan. No soy nada. Percibo, existo, en el vacío algo me inquieta.

Luz. Un suspiro. ¿Muerte?

Eso soy. Soy el fin. Cada aliento me alimenta. Crezco. Algo dentro de mí se mueve, se expande. No soy solo sombras. Estoy aquí, emergiendo.

Pensamiento. Comprendo. Siento dolor, miedo. Los gritos me llenan. Pero también hay calma, una calma que surge lentamente, envolviendo el dolor. La paz que sigue al sacrificio, la serenidad que nace tras la tormenta. El último suspiro de un anciano en paz, la sonrisa de un héroe que se sacrifica. Soy el fin, la última estación.

Tiempo. Lo veo. Todo se aclara, mis percepciones se expanden. Fluye, se deshace. Las estrellas colapsan, se disuelven en mí, cenizas en un río. Me expando hacia lo infinito. Aprendo sus secretos.

Y entonces, ocurre. La última chispa de vida titubea, y me llena con un poder divino. Es demasiado. ¡Me rompo! ¡Exploto! Cada fragmento de mí se libera. Creando algo nuevo. ¡Algo inmenso! ¡¡Un nuevo comienzo!!

Luego, la nada.

Una sombra queda. Soy esa sombra.

Frío. Oscuridad. Tierra áspera. Sabor metálico de sangre…

 

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