La leyenda de Carla, la Quesona Asesina del Bosque

Publicado 18/11/2024

Por CarlosQueson
Miembro desde November 2024

El autor era un  adulto  cuando se publica este artículo. Tenía 27 años.

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Epoca medieval, la época de los caballeros, princesas, hadas, magos y dragones, tiempos donde se la realidad se mezcla con la ficción y se convierte en leyenda, y muchas llegaron como cuentos a nuestros días…
Dicen que en un reino, Agustín, un joven caballero, se aprestaba a realizar un viaje para iniciar una misión comercial a un país vecino, ya en la jurisdicción de la nación extranjer, Agustín con su caballo se dirigía rumbo a un bosque…
“Tenga cuidado en atravesar ese bosque, muchacho” le dijo un campesino “Dicen que ahí esta Carla, la cruel, perversa y sanguinaria Quesona Asesina, de quien se dice que asesinó a más de cien hombres y les tiró un Queso, ha sido condenada al patíbulo pero esta prófuga de la justicia, algunos la vieron ahí pero no han vivido para contarlo, ella los asesinó y les tiró un Queso”
“Ja, ja, ja” se burló Agustín “¿Y sí no vivieron para contarlo como se entero usted?” el campesino no supo que contestar y Agustín emitió una nueva risotada “Ja, ja, puras leyendas, no existe ninguna Quesona Asesina, no hay ninguna Carla en el bosque, y menos una que pueda derrotar al gran Agustín”.
Agustín se internó en el bosque, sin prestar atención a las advertencias del campesino. El bosque era oscuro y misterioso, con árboles altos y espesos que bloqueaban la luz del sol. Agustín cabalgaba con confianza, seguro de que no había nada que temer.
De pronto, escuchó un ruido extraño. Se detuvo y miró a su alrededor, pero no vio nada. Continuó su camino, pero el ruido se hizo más fuerte. Agustín se sintió incómodo, pero no quería mostrar miedo.
De repente, una figura apareció frente a él. Era una mujer rubia bella, vestida de negro, guantes negros, con una espada en la mano. Sus ojos eran fríos y penetrantes.
“Agustín,” dijo la mujer con una voz gélida. “No debiste haber venido aquí.”
Agustín se sintió aterrorizado. Reconoció a la mujer de las historias que había escuchado. Era Carla, la Quesona Asesina.
“¿Quién eres tú?” preguntó Agustín balbuceando, tratando de mantener la calma.
“Soy Carla,” dijo la mujer. “Y soy la Quesona Asesina.”
Carla levantó su espada, y Agustín supo que no tenía ninguna posibilidad de escapar.
“No, por favor,” suplicó Agustín. “No me hagas daño.”
Carla se rió, una risa cruel que resonó en el bosque. “No hay escapatoria para ti, Agustín. Tu sangre manchará la tierra, y el Queso será tu último regalo.”
Carla se abalanzó sobre Agustín, con una velocidad asombrosa. La espada se abatió sobre él, lo apuñaló por la espalda, atravesándosela totalmente, y Agustín cayó al suelo, sin vida.
Carla se quedó mirando el cuerpo de Agustín, con una expresión de satisfacción. Luego, tomó el Queso Gruyere que había estado apoyado en un árbol y lo arrojó sobre el cuerpo de Agustín.
“Queso,” dijo Carla, con una voz fría y vacía. “Agustín Quesoneado”
El Queso rodó por el suelo, dejando un rastro de queso y sangre. Carla se alejó del cuerpo de Agustín, desapareciendo en la espesura del bosque.
La noticia de la muerte de Agustín, el valiente caballero, llegó al reino como un golpe de trueno.  Su cuerpo fue encontrado en el bosque, sin vida, y con un Queso Gruyere sobre él.  La escena era macabra, un testimonio del horror que había vivido el caballero.
Matías, hermano de Agustín, recibió la noticia con un dolor profundo.  La furia lo invadió, y juró venganza por la muerte de su hermano.
«La Quesona Asesina pagará por esto,» dijo Matías, con la voz llena de rabia.  «No descansaré hasta que la encuentre y la haga pagar por lo que ha hecho.»
El reino se conmocionó.  La leyenda de la Quesona Asesina, antes considerada un cuento para asustar a los niños, se convirtió en una realidad aterradora.  El miedo se apoderó de la gente, y las calles se vaciaron.
El rey, preocupado por la seguridad de su reino, ordenó una investigación.  Los mejores detectives del reino se pusieron a trabajar para encontrar a la Quesona Asesina y llevarla ante la justicia.
Pero la Quesona Asesina era una figura escurridiza.  Nadie sabía dónde se escondía, y sus crímenes parecían ser aleatorios y sin sentido.  La gente del reino se desesperaba, y el miedo se extendía como una plaga.
Matías, decidido a encontrar a la Quesona Asesina, reunió a un grupo de caballeros leales y se adentró en el bosque donde había sido encontrado el cuerpo de su hermano.  Buscó pistas, pero no encontró nada.
«Ella es demasiado inteligente,» dijo Matías, con la voz llena de frustración.  «No dejará ningún rastro.»
Matías y sus caballeros continuaron su búsqueda, pero la Quesona Asesina seguía siendo un fantasma.  El reino estaba aterrorizado, y la leyenda de la Quesona Asesina se extendía por todo el mundo.
Matías, entonces, decidió ir a buscarla y a enfrentarla por sí solo, sin ayuda de nadie, se internó en el bosque…
Un claro en el bosque, bañado por la luz del sol que se filtra entre las hojas. El aire estaba cargado de humedad y el sonido de los pájaros acompañaba la escena. La paz del lugar se rompió con la llegada de Matías, un hombre de rostro marcado por el dolor, con una mirada fría que reflejaba la furia que lo consumía.
«¡Carla! ¡Vos sos la asesina de mi hermano!»  Su voz era como un rugido, resonando en el silencio del bosque.
Carla, una mujer imponente con una sonrisa gélida y su rubia belleza, giró lentamente, su katana brillando bajo la luz del sol.
«¿Ah, sí? ¿Y qué piensas hacer al respecto, Matías?»  Su voz es suave, pero sus palabras son como cuchillos.
«¡Pagarás por lo que le hiciste!»   
Matías apretaba los puños, la ira lo invadía.
Carla reía con desdén.  «No seas ridículo. Yo solo cumplo órdenes. Tu querido hermano, como vos, estaba en el lado equivocado, serás asesinado y quesoneado como el, querido Matías.»
«¡No te atrevas a hablar así de él! ¿Lado equivocado? ¡Somos los paladines de la justicia, y vos una cruel asesina, la que esta en el lado equivocado sos vos, Carla, maldita asesina, maldita Quesona»  
La furia de Matías aumentaba mientras contemplaba a la asesina de su hermano.
Carla se acercó a Matías, blandiendo su katana aún en alto.  «¿Y qué harás? ¿Me atacarás con tus puños?»
Matías sacó un cuchillo de su cinturón, luego con un movimiento rápido sacó otra katana.  «Esto te hará recordar su nombre.»
«Me encantaría ver que lo intentes” dijo Carla sonriendo.
La tensión se palpaba en el aire.
Matías, con dos katanas y un cuchillo en las dos manos, se enfrenta a Carla, la Quesona Asesina, que solo tenía una katana.   
El combate a muerte estaba a punto de comenzar.
El claro del bosque se convirtió en un campo de batalla.   
Las hojas secas crujían bajo los pies de Matías y Carla, mientras sus katanas se cruzaban en un baile mortal.   
El sonido del acero chocando resonó en el silencio del bosque.
Matías, con una furia contenida, atacó con movimientos rápidos y precisos.  Carla, con una sonrisa gélida, lo esquivo con elegancia y responde con movimientos ágiles y letales.
«No eres tan malo, niño,» jadeó Carla, sin dejar de luchar.
«¡Silencio!»  Matías, con la voz entrecortada, continuando su ataque.  «¡Pagarás por lo que le hiciste a mi hermano, asesina, Maldita Carla, Maldita Quesona!»
Matías logró conectar un golpe en el brazo de Carla, haciéndola retroceder.  
La sangre brota de la herida, pero Carla no muestra dolor.
«¿Crees que puedes vencerme?»  Su mirada es fría, llena de desprecio.
«¡Sí! ¡Y lo haré!»  Matías se lanza al ataque, con determinación.
La lucha se intensificó, cada movimiento era rápido y preciso.  Las katanas brillaban bajo la luz del sol, creando un espectáculo de violencia y muerte.
Matías, con un movimiento ágil, logra desviar el ataque de Carla y la deja desarmada.  Su katana cae al suelo, mientras Matías la mira con furia.
«Se acabó,» dice Matías, con la voz ronca.
Matías dejó caer el cuchillo al piso y dejo una de las katanas clavada en el piso, ambas armas bien lejos del alcance de Carla, la batalla parecía estar a punto de terminar.
Matías, con su katana en alto, parece tener la victoria asegurada.  Se aprestaba a dar el golpe final, la venganza del asesinato de su hermano estaba por consumarse. Pero en ese momento, se freno, como si viera al espíritu de su hermano, ensangrentado y quesoneado, frente a el…
Pero Carla, con una sonrisa traicionera, se agacha y agarró su katana del suelo.
«¿De verdad pensaste que eso era suficiente?»  dijo Carla con una sonrisa burlona y desafiante.
Antes de que Matías pudiera reaccionar, Carla lanzó un ataque rápido y traicionero.  El joven cometió el error de quedar paralizado apenas unos breves segundos y Carla no perdonó…
Carla puso la katana sobre su pecho y se la clavó…
“Aaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjj” balbuceó Matías al ser herido de muerte “Caaaaarrrlaaaaaaaa” decía, exclamando el nombre de su asesina mientras era atravesado por la katana.
La katana atraviesa el pecho de Matías, quien qued+o paralizado por la sorpresa y el dolor, cayendo herido de muerte, agonizante.
«¿Pero por qué…?»  Matías, atónito, sentía cómo la vida se le escapa de su cuerpo.
Carla retira la katana con un movimiento certero, dejando caer a Matías al suelo.
«Quesoneado como tu hermano,» dijo Carla con desprecio.
Con un gesto dramático, levanta un gigantesco Queso Gruyère, que parecía haber aparecido de la nada.  Seguramente estaba escondido en algún árbol del bosque. Carla lo tiró sobre Matías, quien apenas puede reaccionar.
“Queso” dijo Carla “Matías Quesoneado”
El Queso cayó con un estruendo, aplastando la tierra a su alrededor.
Carla se río mientras mira a Matías, agonizante, asesinado, quesoneado, que se encuentra en el suelo, derrotado.
«Así es como se juega en este mundo, querido Matías» dice Carla, con una risa burlona.
El bosque se queda en silencio.  La sangre de Matías tiñe la tierra, mientras el Queso Gruyère, símbolo de la burla de Carla, se alza como un recordatorio de la crueldad del destino.
La Quesona Asesina se alejó, dejando atrás el cuerpo de Matías y el Queso que lo aplastó.  Su risa, llena de maldad y satisfacción, se escucha a lo lejos, mientras el bosque se queda en silencio, testigo mudo de la tragedia.
La leyenda de Carla, la Quesona Asesina, se extendió por todo el reino como una plaga.   
Los hombres, al escuchar su nombre, sentían un escalofrío recorrer sus espaldas.   
Su imagen, una mujer vestida de negro, con una katana o una espada, y un Queso en la mano y una sonrisa gélida, se grabó en sus mentes, convirtiéndose en una pesadilla recurrente.
El bosque donde Carla acechaba se convirtió en un lugar de terror.  Los viajeros, al acercarse a sus límites, se llenaban de miedo, sus corazones latían con fuerza, y sus pasos se volvían lentos y vacilantes.  Las historias de sus víctimas, hombres asesinados sin piedad y cubiertos de queso, se contaban en voz baja, con un tono de miedo y respeto a la vez.
La presencia de Carla en el bosque era como una sombra que se extendía sobre el reino.  Los hombres, al escuchar el ruido de las hojas crujiendo bajo sus pies, se llenaban de miedo, pensando que era Carla la que se acercaba.   
La imagen de la katana brillando bajo la luz del sol, el sonido del acero chocando contra el acero, la risa burlona de Carla, todo esto se convertía en una pesadilla que les perseguía día y noche.
La Quesona Asesina se convirtió en un símbolo del terror, un recordatorio de que la muerte podía llegar en cualquier momento, en cualquier lugar.  Los hombres, al pensar en Carla, se llenaban de miedo, y su valentía se desvanecía.
Ningún hombre se atrevía a atravesarlo, por miedo a ser víctima de Carla, ¿Habría nacido el hombre capaz de desafiarla? Un enigma que el Queso quizás alguna vez responderá…


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