Publicado 04/09/2023
El autor era un adulto cuando se publica este artículo. Tenía 33 años.
Demasiado alto en un puente,
un hombre sus brazos despliega,
allí se queda vacilante,
a su alrededor una multitud se congrega.
El hombre se quiere devolver,
la multitud lo comienza a odiar,
él, atemorizado, vuelve a ascender.
No le permiten bajar.
La multitud se torna violenta,
ellos quieren sus entrañas y gritan:
salta, salta para mí, por favor salta.
Te le imploro, salta, no me decepciones.
Lúgubres y oscuras nubes avanzan,
el calor del sol no se siente
pero miles de soles se queman
en los corazones de los presentes.
Me arrastro sobre el puente y lo golpeo en la espalda
para rescatarlo de la vergüenza y le grito:
salta, salta para mí, por favor salta.
Te le imploro, salta, no me decepciones.