Sombra

Publicado 14/06/2023

Por Kihone
Miembro desde June 2023

El autor era un  adulto  cuando se publica este artículo. Tenía 21 años.

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Llevaba ya tres tropiezos y eso que solo estaba bajando el autobús. Me alisé el vestido aunque mi cabeza se debatía entre si eso había sido buena idea o no pues mis palmas estaban llenas de sudor. Joder. Diez horas de viaje, tres medios de transporte diferentes y ahora ¿realmente me estaba asustando?

Me mordí el labio. Había pasado mucho tiempo, demasiado quizás. La ciudad por otra parte estaba en las mismas condiciones que cuando me fui: limpia e insípida. Respiré. Volví a respirar. Tampoco fue de ayuda. Cuando me quise dar cuenta, estaba dando vueltas en el punto de reunión; ahogué un grito y miré la hora por si había llegado tarde. Estaba puntual, aunque ya sabía que él llegaría tarde, mi cabeza decidió jugarme una mala pasada (otra más).

Me acerqué a un banco cercano al río intentando calmarme. ¿Había sido buena idea todo esto? Han pasado tres años ¿Qué va a pasar ahora? Mi rodilla se movía de arriba abajo mientras seguía mordiéndome el labio. ¿Habrá cambiado? ¿Habré cambiado? ¿Recuerdo su rostro acaso? Las preguntas me avasallaban y no tenía respuesta a ninguna de ellas. Odio no tener respuestas. Había soñado con este momento, había llorado de pena en un pasado por no poder llevarlo a cabo y reído al saber que ahora era real. Pero nunca me paré a pensar (irónicamente) qué pasaría cuando le viera. ¿Qué podía decir ahora para no sonar como una auténtica estúpida? Decenas de horas hablando por teléfono y ahora ¿realmente no se me ocurría nada?

Miraba el río pasar mientras el torbellino de pensamientos se formaba en mi cabeza. El ruido dentro de la misma era tan alto que no pude oír unas pisadas detrás de mí.

-Hola.

Mi respiración se paró por un segundo. Varios, a decir verdad. La voz que tantas veces había oído a través de mis auriculares ahora se mezclaba en el mundo real. Quería girarme, pero estaba congelada, aún no tenía respuestas.

Logré ladear mi cabeza y mis ojos esbozaron una sonrisa al cruzarse con los suyos. Tras unas gafas encontré la misma mirada que hacía tres años. Varios segundos pasaron hasta poder ver el resto de él; seguía llevando su sombrero y ahora tenía la excusa perfecta para tapar el resto de su cara debido a la mascarilla. Y así estuvimos por unos momentos: yo viéndole, él apartando la mirada al mínimo riesgo de volver a cruzarla con la mía.

-No has cambiado en absoluto -dije mientras sonreía y me levantaba.

Sus ojos se arquearon producto de una tímida sonrisa.

Me acerqué y con sumo cuidado le quité la mascarilla mientras él seguía inmóvil. Al retirarla tuve la composición completa. Era él, lo recordaba exactamente igual. Sonreía de forma nerviosa y temblaba, pero no se apartaba. Nuestras miradas volvieron a chocar y en un instante recordé vívidamente todo lo vivido entre nosotros: la distancia, los sentimientos, los planes de futuro, los tiempos inciertos, las risas de madrugada a través del teléfono y la conexión omnisciente que nos había mantenido unidos por tanto tiempo aún cuando la habíamos creído perdida. Parpadeé y me di cuenta de que probablemente yo también tuviera mis mejillas de color carmesí. Ambos dejamos salir una risa nerviosa. ¿Qué pensaría él?

Le abracé con cuidado y noté como lo correspondía. Dios, se sentía mucho mejor que en sueños.

-Has tardado -dije entre lágrimas de felicidad.

-Pero ya estoy aquí -respondió con la voz entrecortada mientras me apretaba contra si.

 

Y supe que los tropiezos figurados y literales, las noches en la distancia y las preguntas habían merecido la pena porque todo encontró su calma en ese momento congelado en el tiempo.


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